A todos nos asalta la inquietud cuando soltamos por primera vez un ejemplar que hemos traído de otro palomar y queremos adaptar al nuestro, acostumbrándolo a entrar y salir de él.
Muchos aficionados, sobre todo noveles, en numerosos correos electrónicos o charlas en el club de colombofilia han sacado a relucir este tema, tanto en lo que se refiere a pichones o palomas adultas.
La querencia, el amor de las palomas por su palomar, por su nido, por sus pichones o por los huevos de los que estos saldrán y por supuesto por su pareja es, junto con los cuidados que les ofrecemos los colombófilos lo que las hace volver a entrar en su palomar ya sea desde un tejado vecino o desde la otra punta del país.
Evidentemente la paloma encuentra en las instalaciones que le ofrecemos además de a otros congéneres de su especie un lugar donde se siente segura, protegida de las inclemencias del tiempo y de los depredadores y en el que por si esto fuese poco encuentra agua y comida, un “paraíso” para un ave, que en la naturaleza además de tener que procurarse diariamente el sustento, cosa incierta y trabajosa, le comporta el arriesgarse a ser detectada por alguno de sus enemigos y acabar siendo comida por intentar comer.
Es necesario dejar claro que este instinto, la querencia, no es tan fuerte en el resto de razas de palomas como en la mensajera, evidentemente debido a los años y años de selección que los colombófilos hemos empleado en la mejora y perfeccionamiento de esta variedad de palomas y por el uso que a la mensajera siempre se le ha dado, es mucho más fácil aquerenciar a un nuevo palomar a una paloma de cualquier raza o de ninguna en concreto, que a una paloma mensajera que ya ha conocido los exteriores de su palomar de nacimiento.
Con una paloma común, o de cualquiera de las numerosas razas de fantasía o exposición que existen (más de 400 razas) normalmente basta con encerarla durante 15 o 20 días en el lugar que será su palomar o si se quiere tener aún mayor certeza dejarla criar y posteriormente abrirle la ventana para que se quede en ese lugar por el resto de sus días. Además, estas palomas no suelen hacer vuelos lejanos (salvo algunas razas de palomas deportivas, mal llamadas “de robo”) por lo que enseguida el ave conocerá y reconocerá su vecindario y será capaz de entrar y salir a voluntad de su nido, de su palomar.
Pero la mensajera es un poco más “complicada” en este aspecto ya que una paloma que ha volado fuera de su palomar memoriza su entorno y una vez en otro palomar en cuanto tenga ocasión de salir libre y perciba que no se encuentra en su casa lo más probable es que quizás no el primer día, pero una vez se siente suficientemente entrenada y segura de sus fuerzas intente el vuelo de regreso a su palomar de origen, el cual puede estar situado a cientos o incluso miles de quilómetro, pero claro esto la paloma no lo sabe así que sin pensárselo dos veces partirá en una ruta suicida, un vuelo sin retorno a ningún lugar.
Así pues, ¿qué podemos hacer para que una paloma que no ha nacido en nuestro palomar decida quedarse a vivir en él en vez de partir a la incierta búsqueda de sus orígenes?:
Debemos tener en cuenta que si se trata de una paloma joven que aun no ha criado y que ni siquiera ha salido de su palomar de nacimiento es mucho más fácil, normalmente basta con darle un tiempo prudencial de adaptación a su nuevo hogar y permitirle visualizar los alrededores del mismo a través de alguna ventana o jaulón para que el primer día que salga tenga unas referencias visuales que le permitan volver a encontrar la entrada. Un poco de hambre también ayuda y resulta un extra de motivación para que el ave quiera regresar a su casa.
Pero si hablamos de una paloma adulta la cosa ya se complica. Evidentemente la mejor opción en estos casos es no soltarla nunca más, utilizar este ejemplar para la reproducción e ir soltando su descendencia. Pero si por el motivo que sea no la queremos utilizar en este menester, lo mejor es dejarla aparejarse y utilizar uno de los “trucos” más comunes en estos casos como es el de “encintar” una de las alas de la paloma con cinta aislante o cualquier otro tipo de cinta adhesiva con objeto de que las primeras veces que salga del palomar no pueda volar pero si ir conociendo poco a poco las curiosas y desconocidas formas que lo rodean (edificios, arboles, muros, etc.) así, en un futuro, cuando le quitemos la cinta del ala y realice sus primeros vuelos en este nuevo entorno pueda orientarse y este familiarizada con el entorno en el que vivirá.
Pero nunca debemos de menospreciar el instinto de regresar a su primera casa, por lo que en realidad nunca tendremos la certeza de si finalmente se quedara con nosotros o intentara el vuelo de regreso, motivo por el que vuelvo a aconsejar destinar a estas palomas para la reproducción.
César González