Salvo contadas excepciones, todos los colombófilos contamos con uno o dos palomares en los que albergamos a las parejas reproductoras, ya que hay pocos (yo en concreto no conozco a nadie) que pueda prescindir de un plantel más o menos numeroso de palomas destinadas única y exclusivamente a la cría de pichones para asegurar el futuro de la colonia.
Sobre estas palomas recae la gran responsabilidad de producir todos los años un buen puñado de jóvenes pichones que nos permita como mínimo albergar opciones de triunfo en las futuras campañas deportivas.
Pero para lograr este objetivo, difícil sin lugar a dudas, nuestro trabajo en este caso como colombicultores debe ser el adecuado. Debemos poner al alcance de las parejas reproductoras todos los medios necesarios para que puedan “realizar su trabajo” de manera eficiente y para ello todo empieza con un necesario “descanso”. No pensemos que la paloma es como una máquina que no necesita vacaciones.
Una vez finalizada la temporada de concursos o cría, bien se encuentre en una u otra situación el futuro reproductor, o una vez finalizado su periodo de crecimiento si se trata de un pichón que pasamos directamente al plantes reproductivo, lo primero es realizar una correcta muda y un “obligado” descanso invernal antes de comenzar la época de cría.
Durante este periodo que en el hemisferio norte suele comprender los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre (aunque las variaciones en el método pueden ser tan numerosas como elevado sea el número de colombófilos, pues aquí como en todo “cada maestrillo tiene su librillo”), si queremos actuar adecuadamente, debemos separar los machos y hembras en departamentos diferentes para que por una parte dejen de realizar el conocido “ritual” del apareamiento (persecución o caza del nido, puesta e incubación), ya que el rompen este ritual aportara tranquilidad a la paloma, el estrés de la cría desaparece, la alimentación y los demás cuidados que el colombófilo le aporta harán que el ave recupere poco a poco sus fueras, su vitalidad y energía, gane un poco de peso y en definitiva, acumule fuerzas para afrontar la próxima temporada de cría en las mejores condiciones posibles y así poder transmitir a su prole las buenas cualidades genéticas por las que la hemos seleccionado para tal menester.
Por el contrario, si no cumplimos con esta cita con el descanso, si dejamos que las parejas permanezcan juntas durante toda la temporada y continúen realizando nido tras nido lo que sucederá es que los pichones cada vez nacerán más débiles, raquíticos, enfermizos y con poca vitalidad. Obviamente no serán buenos viajeros y probablemente tampoco buenos reproductores. Además pueden ser un foco de entrada y contagio para cualquiera de las numerosas enfermedades que pululan por las proximidades del palomar, enfermedades que no tienen nada que hacer en un palomar fuerte y vigoroso, pero que encuentran en esos débiles pichones el caldo de cultivo adecuado y trampolín con el que atacar a toda nuestra colonia alada.
Por otra parte, al no dar opción a los reproductores de recuperar sus fuerzas, lo más probable es que paren de criar por ellos mismos cuando ya se encuentren tan mermados en sus capacidades y sus facultades físicas que es posible que necesiten muchos meses para recuperarse y por lo tanto no tengan el deseo de criar hasta el momento en que la nueva temporada ya está demasiado avanzada e incluso es muy probable que en este momento los pichones que obtengamos de estas palomas no sean tampoco deportivamente útiles, pues aunque si lo serian para el resto de las actividades que suele realizar una paloma, las pruebas deportivas de alto nivel y por tanto de gran esfuerzo para la paloma como son el fondo y el gran fondo sólo pueden ser realizadas como todos sabemos por las mejores mensajeras de cada año, aquellas que gozan de una salud, una vitalidad, inteligencia, resistencia, calidad de pluma, etc. por encima de la media, palomas que no seremos capaces de criar con unos reproductores explotados más allá de sus posibilidades, lo que traducido a la producción de pichones significa el sacar un máximo de 6 u 8 pichones por temporada a cada pareja y esto ya contando con que se encuentren en las condiciones adecuadas de salud, alimentación y demás cuidados, y por supuesto contando con que se trata de palomas reproductoras jóvenes.
Cuando la época de descanso ya está próxima a finalizar comenzaremos a preparar a los reproductores para la nueva temporada de cría realizando si se considera oportuno (cosa que considero muy necesaria y útil) un tratamiento preventivo contra parásitos, tanto internos como externes, tricomonas y salmonela, y administrando las vacunas existentes en el mercado, alternando estos tratamientos con algunos días de descanso y otros en los que pondremos en el agua de nuestras palomas vitaminas y a ser posible algún pro-biótico que favorezca la flora intestinal, algo afectada seguramente por las medicinas anteriormente administradas.
Finalizado este ciclo de tratamientos y preparación para la cría, sólo nos resta juntar las parejas y esperar que los desvelos y cuidados administrados den sus frutos en futuras campañas deportivas por la obtención de pichones sanos, atléticos y vigorosos, pichones campeones.